18.8.09

arquetipos



En esta limpieza profunda de placares que tiene bastante de desapego, mucho de relectura y todo de resignificaciones, se están salvando pocas cosas, pero eso -si me dan ganas de contarlo- será otro post.
Una de las ventajas de hacer diariamente un dossier de prensa durante algunos años fue poder quedarme con suplementos que a nadie le interesaban. Respetuosa de la autoridad esperaba hasta el viernes a la tarde. Desde el escritorio miraba crecer toda la semana la pila de recortes inservibles y, cuando estaban a punto de ser desechados, los rescataba y me los llevaba. Esos días era una cartonera más, un ekeko de letritas.
Ayer, mientras pensaba que faltaba poco para terminar, encontré los arquetipos, recortados y metidos en folios, en un cajón.
Casi pude sentir el olor del primer café de la mañana de los viernes, cuando llegaba Página 12 con el suplemento Las12. Cada semana, desde la contratapa, Sandra Russo se despachaba con la descripción de un especimen masculino argentino: el fóbico, el tímido, el complicado, el mitómano, el estratega, el marido, el dependiente, el casado, el banana, el platónico, el insatisfecho, el salame, el criticón, el que se queda, el yo soy así, el demandante, etc. (ya se dieron una idea).
Parece que fuimos muchxs lxs que reparamos en esa joyita pre-era de los blogs que finalmente se compiló en un libro.
En homenaje a esas mañanas y a la señora Russo les dejo uno de los esperanzados:

El que sabe

Este vale la pena, porque, hay que decirlo, sobre todo después de algunas quejas recibidas por parte de varones irritados por lo que consideran una selección arbitraria y despectiva de arquetipos: algunos tipos son deliciosos. Aunque nos hagan sufrir un poco, porque de eso no se salva nadie: los hombres vienen genéticamente dotados para decir lo menos oportuno en el momento más desaconsejado, para tomar decisiones absurdas alardeando del más común de los sentidos y para olvidar exactamente aquello que una ha juzgado inolvidable. Pero con éste una pasará prueba tras prueba y esquivará obstáculos como pichicho oliendo un caracú. En un mundo poblado por gorditos que se creen rajás y piden las pantuflas, por patovicas unineuronales y por muchachos sensibles que serán adorables pero no paran de hacer glu glu en un vaso de agua, hay algunos que saben.
Qué es lo que saben...es difícil de precisar y ésta es la gracia, porque de lo que se trata en estos casos es de un tipo que provoca golpes de efecto indescifrables, que no les teme a la desmesura ni a los porque si -o sí les teme, pero se la banca- que ocupa su lugar cómodamente sin hacernos sentir que nos han robado ni un centímetro, y que no entra en conflicto con su hombría por pavadas (los pantalones los lleva en el cerebro). El que sabe no es un estereotipo, sino más bien un tipo en estéreo: más que aparecerse con un ramo de liliums, con una caja de bombones forrada en terciopelo o con un anillo de brillantes -esos detalles que fascinan a Silvia Suller-, el que sabe resuelve la cena alegremente mientras nos pide que nos pongamos cómodas -él disfruta más de una mujer que se siente cómoda que de una que le haga la comida, aunque esto no le impida decretar, llegado el caso, que hay que servirlo como él se merece-, puede traernos de regalo una fantasía que nos quite el sueño o que nos lo devuelva, se ocupa de que todo lo previsible parezca inesperado, tiene la suficiente astucia como para hacernos creer que lo complacemos cuando hacemos exactamente lo que teníamos ganas, adivina deseos que ninguna vidente se animaría a leer en la borra de café, disfruta tanto de los ritos -un té de vainilla o un brandy cada noche de lluvia- como de la impiadosa abolición de todos ellos, y tiene el don de vivir el estricto presente sin dejar de proyectar sombras chinescas en el futuro cercano.
El que sabe, lo que sabe, es combinar la más conmovedora caricia hogareña -esa que nos hace sentirlo conocido, familiar y confiable- con esos oscuros sacudones a la mente y al cuerpo que hacen que nos parezca otro. Lo que sabe, en fin, es dejarse encontrar y dejarse perder. Parece simple, pero es un arte.
Las12 3 de septiembre de 1999.