Caminando por una avenida ventosa –abril en buenos aires es cada vez más impredecible- me cruzaba con gente apurada.
En una esquina quedé detenida por la mirada inclasificable que me dirigió una señora. Y lo supe, ahí: hay algunas personas en mi vida a las que reconocería aunque mañana cambiaran por completo su aspecto, sexo, nacionalidad.
Mientras retomaba la marcha dejé de pensar en término persona y empecé a pensar en término seres. Tenía un poco más de sentido pero igual me resultó extraño. Me pregunté si a esos seres les pasaría lo mismo conmigo, o si fue eso lo que nos hizo elegirnos desde el principio, sin saberlo.
Ese fin de semana, todavía un poco abrumada, hice silencio y leí.
La página 116 de Aprendizajes o el libro de los placeres, de Clarice Lispector, en la edición del 2005 de Siruela, mientras habla de Lori –la protagonista femenina- arranca diciendo:
Pero su búsqueda no era fácil. Su dificultad era ser lo que era, lo cual, de pronto, se transformaba en una dificultad infranqueable.
Un día buscó entre sus papeles desparramados por los cajones de la casa la prueba del mejor alumno de su clase, que quería revisar de nuevo. Y no la encontraba, aunque recordase que al momento de guardarla había puesto especial interés en no perderla. La búsqueda se hacía inútil. Entonces se preguntó, como lo hacía antes, ya que perdía a veces las cosas que guardaba, si yo fuese yo y tuviera un documento importante que guardar, ¿qué lugar eligiría?
En la mayoría de los casos le ayudaba a encontrar lo perdido.
Pero esta vez quedó tan atrapada por la frase “si yo fuese yo” que la búsqueda de la prueba se había vuelto secundaria y comenzaba sin querer a pensar, lo que en ella era sentir.
Y no se sentía cómoda. “Si yo fuese yo” había provocado un malestar: la mentira en que se había acomodado acababa de ser levemente trasladada del lugar donde se acomodara. Sin embargo ya había leído biografías de personas que de pronto pasaban a ser ellas mismas y cambiaban enteramente de vida, por lo menos de vida interior. A Lori le parecía que si ella fuese ella, los conocidos no la saludarían en la calle porque hasta su fisonomía habría cambiado. “Si yo fuese yo” parecía representar el mayor peligro de vivir, parecía la nueva entrada a lo desconocido.
No pude avanzar más en ese momento, cerré el libro con una mezcla de alivio, complicidad y agradecimiento por la obra de esta mujer.
¿les pasó algo así?